17 June 2010

LAS BANCAS, LOS MENORES Y LA LEY

Por Eugenio Taveras

El reloj marcaba las 8:00 de la noche de un sábado santiaguero en el momento en que me aprestaba a pasar frente a una banca de apuestas de esas que venden todo tipo de loterías, ubicada al final y hacia el norte de la Ave. Circunvalación en la zona del barrio El Ingenio, cuando mis ojos vieron salir de ella un niño de apenas 10 años con el papelito que indicaba que había llegado hasta allí para comprarle quinielas, palés y tripletas a su madre, como pude constatar más adelante, pues, entré y confirmé que, precisamente, mi presunción era cierta.

A quien le endilgo la culpa: a la joven que le vendió la jugada solicitada, porque ella está ahí para venderle a quien le compre; al dueño de la banca porque no aclara a su empleada que estas acciones son penadas por la ley; a la madre que envió el inocente a realizar la jugada, mientras ella se quedaba en casa quien sabe jugando barajas, dominó o haciendo la cena, entre otras cosas; a la ley, por no ser lo suficientemente específica en estos casos; a las autoridades por no aplicar la ley con el rigor que mandan sus artículos; al sistema, partiendo de que aquí todo se vale porque aquí todo está perdido o, a la sociedad toda porque qué importa si todos nos estamos haciendo los ciegos, sordos y mudos ante tanta podredumbre.

¿Entonces?, la verdad del párrafo que antecede estriba en que los padres deben estar claros lo que les espera si justo en ese momento pasase por el sector un inspector que quisiera poner a funcionar los elementos que le ofrece el sistema y no termine vendiendo su conciencia al dueño de la banca, convirtiendo en extorsión y soborno la actitud del dueño e inspector nombrado por un representante del Estado, al tiempo que convierten en basura el mamotreto de ley aprobada por los “flamantes legisladores” que nos representan “dignamente en el Congreso de la República”.

La verdad es que la culpa no la tiene el niño, no la tiene la joven que vendió, no la tiene el dueño de la banca, no la tiene la madre que envió el niño, no la tiene el inspector que pasa y se vende por unas cuantas monedas, no la tiene la ley, no la tiene la sociedad, ni mucho menos la tienen los legisladores que aprobaron dicha ley; la culpa es de todos porque todos formamos parte de un sistema viciado por la corrupción y el contubernio, y todos, más temprano que tarde, tendremos que ponernos de acuerdo para lograr que los estamentos de nuestra sociedad funcionen como han soñado los hombres de valía que han estado de paso por esta tierra y sueñan los pocos que quedan vivos en el pedazo que Duarte, Sánchez y Mella creyeron haber dejado libre de toda potencia extranjera y que a fin de cuentas la dejaron presa en las uñas de las aves de rapiña que nos han gobernado por los siglos de los siglos, amén.


Eugenio A. Taveras P.
Asesor Impositivo - Periodista - Instructor INFOTEP

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