Por Luís Céspedes Peña
En esta ocasión, como también lo hice en el año 2002, estoy de acuerdo con el agrónomo Hipólito Mejía. En el 2002, Mejía declaró, en decenas de ocasiones, que la reelección presidencial sólo es mala para los pueblos si los gobernantes favorecidos no trabajan por el desarrollo del país.
En esta ocasión, como también lo hice en el año 2002, estoy de acuerdo con el agrónomo Hipólito Mejía. En el 2002, Mejía declaró, en decenas de ocasiones, que la reelección presidencial sólo es mala para los pueblos si los gobernantes favorecidos no trabajan por el desarrollo del país.
¡Y es verdad!
Mejía inició el camino en busca de continuar en el poder, porque ya era Presidente de la República en el año 2000, consciente de que en este país se vota por los liderazgos, no por los partidos. Y tenía mucha razón en decir que si no se trabaja por el progreso de una nación, ¿qué sentido tiene que se vote para que un gobernante siga dirigiendo el país? Y en eso también tenía la razón, porque un país no se debe dirigir constitucionalmente atendiendo a los intereses de partidos, movimientos y grupos sociales, sino a la voluntad de la mayoría de ciudadanos o ciudadanas. Pero también hay otra gran equivocación de algunos defensores del Presidente Leonel Fernández Reyna, cuando dicen que sus gobiernos son los que más obras realizaron o realiza, porque él sigue en el poder, sin que-con toda honestidad-no se sepa cuándo dejará de gobernar la nación. Ser la cabeza de un gobierno buen constructor de obras, como lo es Fernández Reyna o lo fue Joaquín Balaguer, no es lo que hace grande a un Presidente. Lo que prima en un gobernante está en saber cómo enfrentar las crisis económicas, los daños causados grandes fenómenos naturales y los reclamos sociales de los ciudadanos.
La reciente gran crisis económica mundial que provocó en Estados Unidos la quiebra de decenas de bancos, el cierre de cientos de industrias y la pérdida de millones de empleos, pasó desapercibida en la República Dominicana, fruto de un sabio manejo de la economía de parte del gobierno presidido por Fernández Reyna.
Para Mejía y sus seguidores, la reelección presidencial era buena a partir del 2002, e Incluso, yo estuve de acuerdo con ese proyecto, aunque voté en contra del candidato que buscaba continuar en el poder.
¿Por qué favorecí la reelección?
Simplemente, porque considero que quien debe decidir si un Presidente debe o no continuar dirigiendo el país, es la mayoría de electores, los cuales deben expresarse libremente a través de las urnas. Eso debería ser un derecho inalterable, no que se les impongan candidatos. ¡Así debería funcionar la democracia! Como es ya una costumbre, después que el doctor Leonel Fernández Reyna derrotó a Mejía en las elecciones del 2004, éste último declaró que la reelección presidencial es una maldición, aunque si la misma lo hubiese fructificado, habría sido una bendición. Y estoy seguro de que si se le pregunta otra vez a Mejía, éste afirmará lo mismo o esta frase: “La reelección presidencial, es la peor desgracia”. En esta oportunidad, no estoy de acuerdo con Mejía, pero sí con Leonel Fernández. Si Estados Unidos, considerado como el país padre de la democracia, permite que un Presidente o un político aspire por dos períodos constitucionales, ¿por qué en la República Dominicana se prohíbe?
Es verdad que el artículo 124 de nuestra Constitución, prohíbe que un Presidente pueda aspirar seguidamente a otro período, pero también hay que decir que los legisladores, de todos los partidos, que votaron a favor de su reciente modificación, dejaron una importante “brecha” para que el pueblo opine. Ese pueblo, el responsable de elegir a los gobernantes nacionales, provinciales y municipales, cuenta con el artículo 210 de la Constitución de la República, llamado Referendo, el cual permite la realización de consultas populares, más o menos, lo que mismo que ocurrió en Venezuela y Bolivia, las cuales pueden determinar si un gobernante puede o no buscar su reelección. No sé si en nuestro país eso produzca resultados positivos, en el caso hipotético de que el Presidente de la República ponga en práctica ese artículo, pero en Venezuela y Bolivia ocurría casi lo mismo que aquí, con relación a la Constitución.
Los presidentes Hugo Chávez y Hugo Morales consultaron al pueblo, basado en un Referendo Constitucional, para saber cómo estaba su popularidad, utilizando el sí o no en las consultas, como dicen las constituciones de esas naciones.
Esos pueblos favorecieron a los dos políticos y cuando se presentaron en busca de la reelección, “barrieron” nuevamente. Es importante que en nuestro país se ponga en práctica ese método constitucional y se le permite al pueblo, que es soberano, decidir qué es lo que más le conviene. Pero debo aclarar, que no le estoy pidiendo al presidente Fernández Reyna que se anime a poner en práctica el sistema constitucional de las consultas populares. Ustedes pueden estar seguros, amigos lectores, que si el pueblo no quiere a un Presidente, no hay forma de que se pueda quedar dirigiendo el poder político de la nación.
Joaquín Balaguer logró ser reelecto en varias ocasiones, pero en 1978, con todo el poder, con parte de los militares y policías haciendo campaña, no porque ellos querían-en su mayoría-sino porque se les obligaba, con intentos de golpes de Estado, para evitar la caída de ese gobierno, una tenaz persecución política, con deportaciones de opositores al régimen y con las cárceles repletas de enemigos de anti-balagueristas, no hubo forma que impidiera al ascenso a la Presidencia de Antonio Guzmán Fernández.
¡La reelección presidencial sólo pasa cuando los pueblos la quieren!
-Hasta pronto.
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