11 June 2007

El Partido de Balaguer

Al Partido Reformista siempre se le llamó el “Partido de Balaguer”. No sólo porque era su fundador y líder indiscutible, sino porque nadie se atrevía a disputarle esa primacía, ni a desconocerle, tampoco, la virtud de trazarle sus líneas ideológicas y de acción.

Se llegó a popularizar la expresión “lo que diga Balaguer, es lo que va”, un sentir que reafirmaba ese liderazgo mesiánico y esa autoridad que, aun en la oposición o en la soledad del poder, le reconocían sin ambages sus seguidores.
Después de su fallecimiento, el partido entró en una crisis previsible por la carencia de su principal fuerza impulsora y unitaria. Más que nada, por la extinción de su carisma y por la falta del líder que entusiasmaba y enfervorizaba a las masas.

Los dirigentes que han estado al frente de la organización y en especial los que aspiran a ser el candidato presidencial en la convención de hoy se presentan como herederos del balaguerismo, una misión difícil si se toma en cuenta que Balaguer actuaba y se movía en función de las circunstancias y con un eclecticismo que muy pocos lo superan en la práctica y en el quehacer político actual.

No todos los partidos fundados por líderes de la estatura de Balaguer han muerto por necesidad. Ahí están los ejemplos de otras organizaciones, como el APRA en Perú o el Peronismo en Argentina, que se han preservado activos en la vida de sus países y en la vocación de poder.

Los reformistas van hoy a su convención y es de esperarse que, al igual que ha pasado en otras dos organizaciones tradicionales, el PRD y el PLD, puedan hacer la escogencia del candidato presidencial sin mayores traumas.

En definitiva, en manos de ellos, en su capacidad para mantenerse unidos y honrar un discurso bastante enriquecedor de su líder, queda la herencia política de Balaguer, buena o mala.

Al país le conviene la pluralidad política, pero al mismo tiempo la decencia política y la seriedad política, para que los partidos puedan seguir contribuyendo con sus ideas a la conducción de las masas por un mejor destino. Pero, lamentablemente, no todos los políticos actúan en función de los intereses del bien común, y de ahí el descrédito y la desconfianza que han merecido del pueblo.


Diario Horizonte

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