Por Eugenio Taveras
El teniente Fernando De los Santos (La Soga) está caliente por los predios de la jefatura, hasta el punto que el mayor general José Armando Polanco Gómez lo exhorta a entregarse, al tiempo que dijo que “si me llama por teléfono le doy una garantía de cinco horas y responda por la muerte de dos jóvenes del Ensanche Libertad, ejecutados y posteriormente lanzados a la presa de Bao y para cuyo hecho él fue contratado como sicario por dos empresarios.”
Los empresarios contratantes son Juan Silverio Ureña de San Francisco de Macorís y Bonel de Jesús Lanfranco Castro ligado a un licor store reconocido de Santiago y de los cuales recibiría la suma de 250 mil pesos por el honroso trabajo, pues, “de no hacerlo, dijo el Jefe de la Policía, se entenderá que está desafiando a las autoridades y el asunto puede terminar muy mal.”
La historia de los linchamientos inició, si no mal recuerdo en 1995, con la ejecución de El Mellizo (delincuente confeso y reconocido), residente en la España y muerto por la policía justo al lado de su casa, frente a un apartamento cerca de donde vivía, mientras ayudaba a una vecina en la limpieza de su hogar, tirado su cuerpo en el baúl del carro de la uniformada y depositado en la morgue del Hospital José María Cabral y Báez.
En ese mismo instante una persona del público le preguntó a uno de los policías, en cuya patrulla no recuerdo que anduviera La Soga, “señor por qué lo matan y lo tiran como un perro en el baúl”, a lo que el agente contestó: “Tenemos 45 en la lista”, lo que quiso dejar dicho que las eliminaciones apenas iniciaban y que había que limpiar la sociedad de las escorias que estaban haciendo daño a los hombres y mujeres trabadores.
Desde 1995 a la fecha han pasado dieciséis (16) años y son muchas las escorias culpables e inocentes que ha eliminado la policía y el resultado aparece todos los días a la vista de una sociedad asustada, no solo por el auge de delincuentes armados y sin licencia para delinquir; sino peor aún, por el aumento de malhechores armados y con licencia para matar, situación que ha puesto la ciudadanía entre la espada y la pared, en el sentido de que no sabe a quien acudir al momento de sentirse perseguida, en razón de que desconoce el tremendo alacrán que saldrá de la yagua.
Lamentablemente, hoy, el teniente Fernando De los Santos (La Soga) no le sirve a la institución para propósitos que sí fueron factibles ayer, pero como dice el refrán “a todos nos llega la hora” y parece que los cargos que pesan en estos momento sobre los hombros del Rambo dominicano no son los más halagadores, toda vez que su superior le envió un claro mensaje de entrega inmediata o la cosa se pone agria, y desde esta tribuna puedo decir que sí que se torna agria debido a que esa advertencia se cumplirá al pie de la letra por la forma en que fue expresada por el mayor general José Armando Polanco Gómez.